martes, 8 de noviembre de 2011

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tachia en la poesía de Blas de Otero














PASO A PASO

Tachia, los hombres sufren. No tenemos
ni un pedazo de paz con que aplacarles;
roto casi el navío y ya sin remos...
¿Qué podemos hacer, qué luz alzarles?

Larga es la noche,Tachia. Oscura y larga
como mis brazos hacia el cielo. Lenta
como la luna desde el mar. Amarga
como el lomo del amor: yo llevo bien la cuenta.

Tiempo de soledad es este. Suena
en Europa el tambor de proa a popa.
Ponte la muerte por los hombros. Ven. A-
lejémonos de Europa.

Pobre, mi Tachia. No tenemos
una brizna de luz para los hombres.
Brama el odio, van rotos rumbo y remos...
No quedan de los muertos ni los nombres.

Oh, no olvidamos, no podrá el olvido
vencer sus ojos contra el cielo abiertos
Larga es la noche, Tachia .
                                     ... Escucha el ruido
del alba abriéndose paso - a paso - entre los muertos.


Ancia, 1958




  Y EL VERSO SE HIZO HOMBRE

Ando buscando un verso que supiese
parar a un hombre en medio de la calle,
un verso en pie –ahí está el detalle–
que hasta diese la mano y escupiese.
Poetas: perseguid al verso ese,
asidlo bien, blandidlo, y que restalle
a ras del hombre –arado, y hoz, y dalle–
caiga quien caiga, ¡ahé!, pese a quien pese.
Somos la escoria, el carnaval del viento,
el terraplén ridículo, y el culo
al aire y la camisa en movimiento.
Ando buscando un verso que se siente
en medio de los hombres. Y tan chulo,
que mire a Tachia descaradamente.

Hablo de lo que he visto: de la tabla
y el vaso; del varón y sus dos muertes;
escribo a gritos, digo cosas fuertes
y se entera hasta dios. Así se habla.
Venid a ver mi verso por la calle.
Mi voz en cueros bajo la canícula.
Poetas tentempié, gente ridícula.
¡Atrás, esa bambolla! ¡Que se calle!
Hablo como en la cárcel: descarando
la lengua, con las manos en bocina:
«¡Tachia! ¡qué dices! ¡cómo! ¡dónde! ¡cuándo!»
Escribo como escupo. Contra el suelo
(oh esos poetas cursis, con sordina,
hijos de sus papás) y contra el cielo.
  
Ancia, 1958.

Noticias sobre Tachia

"Soy decidora de poesía"
Por: Angélica Gallón Salazar

La Casa de Poesía Silva trae a Colombia a Tachia Quintana, inspiradora de ‘El coronel no tiene quien le escriba’.

Tachia Quintanar
Foto: Óscar Pérez
A sus ochenta años, Tachia Quintanar quiere empezar a recitar poesía en francés, y de poetas jóvenes.
Su casa fue el refugio de miles de escritores inmigrantes que estudiaban en París, en tiempos en los que ella y Gabo vivían juntos. En las décadas en las que compartían romances y penurias en un pequeño apartamentico, en donde se cocinaron los detalles de El coronel no tiene quien le escriba. 
Tachia Quintanar, esa novia del nobel colombiano en cuya intimidad entró El Espectador el pasado 21 de junio de 2008, cuando tocó a su puerta en París  para develar cómo eran esos días en los que ella le llevaba sobras del restaurante en el que trabajaba, para que él comiera algo sin despegarse de su máquina, estará esta semana en Bogotá. La ha invitado La casa de Poesía Silva para que dé dos recitales. Y ahora no es su casa, sino su cuerpo el que se ha convertido en nuevo refugio de escritores, esta vez poetas ya muertos, algunos ya olvidados.
“No hay una palabra para designarme. En España le llaman rapsodas, yo quisiera decir: !soy decidora de poesía!, no hago más que decir en alto lo que el poeta ha escrito, yo trato de reproducir su silencio cuando considero que ellos han escrito un silencio”, confiesa esta mujer vasca que se entrenó en la actuación, pero que fue entre versos como armó su destino
Su voz se empodera, y con una pizca de teatralidad que le da más aliento a la palabra, Tachia, que está pronta a cumplir 80 años recita: “Se le vio, caminando entre fusiles,/ por una calle larga,/ salir al campo frío,/ aún con estrellas, de la madrugada./ Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba.”, y en tanto, no puede evitar que en su piel se haga carne el desgarro que sintió Machado cuando le dedicó estos versos a Lorca. “La preparación es simplemente leer y leer, una y diez veces más. La poesía es como la pintura abstracta, al principio, ves garabatos y luego la miras y miras y un día la entiendes. En la poesía pasa  igual, de repente te encuentras con una percepción que no habías notado la primera vez que leíste aquel poema”, explica Quintanar.
Para sus recitales sólo elige grandes poetas, porque asegura que “la poesía o es buena o no es poesía” y confiesa que más allá de conquistar teatros en Rusia, Alemania, o el mismo senado de París, —como lo ha hecho—, lo que quisiera es decir la poesía en el mercado, en la puerta de la iglesia, en esos lugares a donde va la gente, “pero el mundo está hecho así, si lo hiciera me tomarían de loca, pero estoy segurísima que la gente, incluso la de poca cultura, estaría más cerca de la poesía y de su belleza si pudiera oír declamada la poesía”.
Pero entre Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer, hay un poeta que trata de no olvidar nunca en sus recitales, el español Blas de Otero. No sólo por la grandeza de sus letras y porque últimamente ha caído en el olvido, sino sobre todo porque fue su primer amor. “Cuando Gabo supo que él había sido mi novio anterior me dijo: usted donde pone el ojo pone la bala”, comenta con gracia Tachia como queriendo excusarse por haber tenido tan famoso repertorio amoroso.
Tachia nunca le declamó a Gabo, por esa época su figura delgada y siempre atractiva estaba atrapada en el mundo de las tablas, pero ahora que ha pasado tanto tiempo y que su quehacer está más cerca del que fuera su gran amor, lo evoca, lo inmortaliza y se confiesa ante él cuando recita sus versos al finalizar cada acto.

El Espectador, Colombia, 20 de abril de 2009

Tachia

Su verdadero nombre es Concepción Quintanar. Nacida en Éibar en 1929, pasa su infancia en Bilbao. Estudia Arte Dramático en Madrid. A los 24 años se muda a París, alejándose así del país angosto de la dictadura.
En  1950 conoce al poeta Blas de Otero con quien mantuvo una sólida amistad hasta su muerte en 1979. En 1953, por consejo de Blas de Otero, realizó estudios en Paris con René Simon y Tania Balachova. Precisamente es Blas de Otero quien la bautiza como Tachia. «Tengo un gran cariño hacia su obra y se puede decir que soy militante de la poesía que ha sido mi refugio y lo que nunca me defrauda.», ha señalado en alguna ocasión Tachia.
En 1956 conoce en París a Gabriel García Márquez y se hacen grandes amigos. Años más tarde, el escritor le dedicaría su obra El amor en los tiempos del cólera en versión francesa.
Conoció al cantautor Paco Ibáñez en sus primeros inicios en la música, colaborando con él en numerosos recitales poético-musicales a partir de los años 1980.
Su hijo Juan Rozoff es un reconocido compositor e intérprete de música funk.